Centro de Educación Infantil

Situación Ayamonte. Huelva
Superficie 1.116,78 m2
Año 2005

Arquitectos
Sol89. María González y Juanjo López de la Cruz

Colaboradores
George Smudge, estudiante de arquitectura; Insur JG, instalaciones

Arquitecto Técnico
Joaquín Gutiérrez

Cliente
Ayuntamiento de Ayamonte

Constructora
Construcciones Hermanos Cordero S.A.

Fotografía
Jesús Granada

Un edificio público debería poder no tener puertas. Podemos pensar en los equipamientos como fragmentos de la red de espacios públicos conectados a lo largo de la ciudad que preservan su pertenencia a la misma naturaleza que las calles, las plazas y los jardines. El Centro de Educación Infantil se ubica en una zona de expansión residencial de baja densidad con un importante déficit de espacio público. El fondo del solar donde se implanta linda con una antigua vaguada de difícil acceso, hundida dos metros y medio respecto al viario, que el plan prevé como espacio público. Creemos que la guardería debe servir para recuperar y cualificar este lugar, por lo que concebimos el proyecto como un dispositivo de tránsito entre la ciudad y el parque abandonado, dando sentido a éste como lugar de juegos y estar para los vecinos y los niños. El edificio se agacha y se da la vuelta para mirar al parque hundido, midiéndose contra el talud que lo delimita y que ahora delimitará también el espacio del centro infantil, de modo que la depresión definida por la antigua vaguada permite que el Centro se apropie de ella como gran espacio de expansión, incorporándola al espacio de los niños como una prolongación del lugar de las aulas.

El Centro se implanta como un volumen neutro y flotante que agota el límite de la parcela debido al extenso programa que alberga, compuesto por ocho aulas, espacios comunes y de administración. Este volumen neutro, ordenado por una trama isótropa de pilares, queda cualificado a través de la sección cambiante y de una serie de patios que reconocen distintos ámbitos, ofreciendo a los niños diversidad de espacios a experimentar: interiores, exteriores, exteriores cubiertos, tamizados…, según un gradiente de privacidad que transita desde la ciudad al parque. El exterior se recubre de una piedra caliza portuguesa de una cantera cercana que confiere un perfil preciso y luminoso, de cuyo volumen manipulamos las caras longitudinales de modo que aparezcan como cortes hacia el espacio público, permaneciendo ciegos los otros dos alzados hacia la carretera y las viviendas. Dichos cortes se matizan en busca de relaciones más sutiles; la fachada longitudinal noroeste de acceso tiene dos caras, la exterior, que actúa como un tamiz permitiendo atisbar la rampa de descenso, está conformada por piezas industriales de celosía de hormigón blanco de uso doméstico que, colocadas masivamente, quedan descontextualizadas cobrando una nueva significación. La segunda cara es interior y el otro límite de la rampa, se trata de un paramento ciego de color naranja que provoca que todo el espacio quede filtrado por una luz rojiza cuando el arrebol de poniente, tan característico de esta ciudad costera, se cuela entre la celosía y se refleja en el muro. El alzado sureste, correspondiente a las aulas del Centro que miran al parque, se rehunde cuatro metros respecto al límite del volumen de piedra enmarcando la visión hacia la zona de juegos y resguardándose del sol del mediodía, evitando las visiones a la carretera y al entorno edificado. Esta fachada se resuelve mediante carpinterías embebidas de lado a lado en el cajón de piedra protegidas con una serie de persianas de acero galvanizado troquelado, que se despliegan cuando el Centro está cerrado. El espacio de los niños se abre así hacia el parque y queda continuado por el gran porche, un trozo de parque en sombra que lo remata y lo concilia con la guardería.

Centro de Educación Infantil
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