Instituto Andaluz de Biotecnología
Arquitectos
Sol89. María González y Juanjo López de la Cruz con Francisco González y Salvador Méndez
Colaboradores
George Smudge, David Rodríguez y Javier Flores, estudiantes de arquitectura; Insur JG, instalaciones; Alejandro Cabanas, estructura
Arquitecto Técnico
Víctor Baztán
Cliente
Tecnoláser S.A.
Constructora
Level Econivel S.A.
Fotografía
Jesús Granada

El proyecto se sitúa en la Isla de la Cartuja de Sevilla, un paisaje terciario saturado de edificaciones altisonantes herencia de la antigua Exposición Universal celebrada en 1992, cuyo tejido urbano adolece de un espacio público cualificado y de referencias próximas certeras. El concurso convocado demandaba recoger una serie de especialidades médicas que debían ser proporcionales en superficie al capital invertido por cada una de ellas. A partir de dicha proporcionalidad, planteamos una sección a modo de diagrama de barras que recoge las divisiones solicitadas, de modo que el volumen no construido del sólido capaz edificable queda incorporado a la sección a través de tres vacíos concatenados que conforman un gran espacio en torno al cual se desarrollan las circulaciones y la actividad del Centro. Surge así un volumen compacto y opaco al exterior cuyo interior se excava, utilizando el vacío y la porosidad como materia fundamental de trabajo. La arquitectura pasa a ser lo que está en medio, entre lo construido, haciendo nuestra la cita de Debussy: la música no está en las notas sino entre las notas.
El vacío central se formaliza mediante la superposición de variaciones de plantas que poseen la misma porosidad repartida de modos distintos, generando patios, terrazas y vacíos que al solaparse conforman una sección diagonal que cruza el edificio. Las circulaciones transcurren paralelamente al vacío, a un lado la del público, a través de una escalera que recorre la sección, y al otro la del personal médico, llegando a encontrarse únicamente en las bandejas de hormigón que conforman las especialidades clínicas y flotan sobre el espacio interior. La estructura se resuelve mediante vigas de hormigón armado de un metro de canto y catorce metros de luz, resolviendo pretiles e impostas, cuyos extremos se apoyan en dos pilares muy próximos mejorando el empotramiento y reduciendo la deformación. La tipología estructural desarrollada a modo de puente con una gran luz intermedia, permite la división interior de las especialidades médicas con la máxima flexibilidad, pautada únicamente por el módulo de las carpinterías exteriores. En planta baja, el volumen se ahueca ofreciendo accesos diferenciados al vestíbulo, al salón de actos y a la cafetería, procurando la necesaria conciliación con el entramado público.
Una serie de aplacados de hormigón prefabricado de gran formato resuelve el revestimiento exterior del volumen, buscando dotar a la construcción de una materialidad un tanto áspera que contrasta con la transparencia y luminosidad interior. El gran despiece de los aplacados de hormigón moldeado, de hasta doce metros de longitud, remite a la amplia escala de los espacios que alberga el volumen, como una reverberación del vacío interior en la fachada que se replica de algún modo a través del cambio de dirección de la greca del aplacado. Los huecos exteriores surgen como cortes en el macizo de hormigón, profundos en el alzado oeste y en forma de miradores en el este, buscando la mirada a la ciudad al otro lado del río.
El proyecto, de vocación pública, ve mermada la posibilidad de imbricarse con la ciudad por la poca cualificación urbana del tejido donde se inserta, de ahí que el vacío interior no pretende ser tanto un espacio, en cuanto a su condición abstracta, sino un lugar, en la medida en que pretendemos que en él converjan las vivencias y se establezcan las relaciones de unos con otros. Se trata de crear un paisaje interior que procura suplir las carencias del contexto exterior.